El monumento más emblemático de la ciudad de Ávila es, sin duda alguna, el de su fortaleza amurallada, siendo una de sus principales señas de identidad. No hay tratado ni manual alguno en el mundo que no lleven en sus portadas la majestosa vista de las Murallas de Ávila, su historia y su valor artístico y monumental. Por eso te invitamos con un cariño especial a su contemplación, de la que quedarás absorto, y a un paseo por el adarve, otro por toda su circunscripción, a que cuentes sus cubos, a que te pares en sus puertas, a que leas en sus muros leyendas y datos de epigrafía insospechables, a que te sientes en la verde hierba de la explanada del lienzo norte y te admires de la Espadaña del Carmen.
No te pierdas sus vistas desde cualquier altozano de la ciudad y si se te hace de noche, sube al Humilladero de los Cuatro Postes y ya verás qué visión más fantasmagórica se divisa desde allí.
Muralla de Ávila
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Es muy similar a la Puerta del Alcázar. Las últimas excavaciones arqueológicas que se han hecho en su entorno muestran la existencia de una convivencia indígena y romana como prueba el Verraco de Piedra, que forma parte de los restos de la Muralla Romana. Tenía un puente elevadizo y una emblemática tronera. Desde ella se divisa espectacularmente la Iglesia de San Vicente.
Se la llama también Arco de la Maladicha. Por ella se accedía al barrio judío de la ciudad de Ávila. El nombre también de Malaventura le viene de una antigua y tradicional leyenda mágica y misteriosa. Es la puerta más pequeña de la Muralla.
Se construyó en recuerdo del Mariscal del Rey Juan II de Castilla, Don Álvaro Dávila. Es una de las puertas que permanece intacta desde su construcción en la Edad Media. Desde ella se divisa una maravillosa vista panorámica del Norte de la Ciudad de Ávila.
Fue restaurada entre los siglos XIV y XVI y se llamó también Arco del Carmen o de la Cárcel. Parece ser que hubo un convento, el del Carmen, del que solamente queda su llamativa, espléndida y visible espadaña. En épocas no muy remotas fue sede de la cárcel abulense
Situada a los pies del río Adaja y frente a la Ermita de San Segundo se sitúa esta puerta, que sufrió una restauración durante los siglos XV y XVI. Al reformarse en el año 1500 se añadieron bloques de piedra y se cambió la bóveda. Su estructura arquitectónica es semejante a las de la puertas del Alcázar y San Vicente.
También se la conoce como Puerta de Montenegro y tiene paso a la casa de Santa Teresa o convento donde nació La Santa. Desde esta puerta se divisa una espléndida panorámica de la Sierra de la Paramera. Reformada varias veces, todavía conserva algunos de los bloques de piedra más antiguos.
Es asimismo llamada Puerta de la Estrella o Puerta de Grajal. Es la última que se añadió a la Muralla de Ávila y ha sufrido varias modificaciones a través de la historia. Su arco es del siglo XVI y su nombre de Rastro le viene por el Rastro de Sangre que dejaban los animales arrastrados desde el Matadero. En la torre de la izquierda hay una estrella grabada en la piedra. Es muy famosa también por la galería que tiene al exterior y la leyenda de Don Álvar y Doña Guiomar. Su actual mirador guarda una estrecha relación con el Castillo de Aunqueospese.
La impresionante Puerta del Alcázar de la muralla abulense se encuentra en la Plaza de Santa Teresa y es uno de los elementos arquitectónicos más singulares de la Muralla. Protegía y defendía a la ciudad de sus posibles ataques. Está levantada por dos grandes y esbeltos torreones, unidos por un puente, que refuerza la defensa del acceso. En principio contó con un foso y una barbacana o pequeño muro. En 1907 se dotó a esta puerta de almenas como las del resto de la muralla.
Llamada tradicionalmente Puerta de los Leales o de la Catedral, se abrió en el siglo XVI. Está pegando a la Casa de las Carnicerías. Antes fue el Postigo del Obispo, que permitía su paso hasta el Barrio de los Curas. Se construyó también para dar acceso a los carros de mercancías.